Celebramos este domingo la Solemnidad de Pentecostés, que cierra la cincuentena pascual.

Todo el tiempo de Pascua, como un solo día, hemos estado celebrando el mismo misterio: el del amor de Dios que salva a la humanidad, elevando a su Hijo Jesucristo, por la fuerza del Espíritu Santo, a la plenitud de la vida en su muerte y resurrección, dando a los hombres ese mismo Espíritu.

Escucharemos en la primera lectura (del libro de los Hechos de los apóstoles) cómo la fuerza del Espíritu, cambia la vida de los primeros discípulos y les hace hablar de las maravillas de Dios en todas las lenguas. 

La primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios (segunda lectura) nos transmitirá que todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo: la Iglesia. Y estamos llamados a poner nuestros carismas al servicio de la comunidad.

En esta Solemnidad de Pentecostés, como en la de Pascua, la Iglesia lee o canta una obra poética llamada Secuencia. En ella invocamos al Espíritu Santo, para que nos llene con su fuerza, con su luz y con su aliento amoroso.   

En el Evangelio (según San Juan) escucharemos como Jesús está siempre presente en medio de la comunidad por medio del Espíritu; y a nosotros, sus discípulos, nos deja la misión de hacerlo presente en el mundo.         

DOMINGO

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