María de los Desamparados Soler

María de los Dolores Soler y Massaguer nació en Arbucias, un pequeño municipio de la provincia de Gerona en España, el 15 de noviembre de 1886 y fue bautizada ese mismo día. El 26 de noviembre de 1904, ingresó en la Congregación de las Hermanas Hospitalarias comenzando el postulantado en Ciempozuelos. Tomó el hábito el 7 de mayo de 1905. Hizo su primera Profesión el 19 de junio de 1907 y el 15 de mayo de 1911 la Profesión Perpetua en Roma. El 13 de diciembre de 1907 llegó a Viterbo para formar parte de la Comunidad inicial de la primera Casa de Salud abierta por nuestro Fundador en Italia. Su vivencia en la Hospitalidad consagrada pasó por diferentes servicios.

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María Inmaculada Marchioni

Melisa Marchioni nace el 4 de abril de 1894 en Cantalice (Rieti). De su infancia sabemos que la familia Marchioni era responsable del “servicio de correo” del pueblo y que Melisa, desde pequeña, colaboraba con la familia en este trabajo, haciéndose apreciar por la generosa disponibilidad para leer las cartas de los destinatarios que eran analfabetos. Llegada a Viterbo: aspirante el 10 junio 1912 Ingreso en el noviciado: 8 de diciembre 1912, cambiando el nombre por el de Sor María Inmaculada Profesión Temporal: 8 de diciembre 1914 Profesión Perpetua: 9 de diciembre 1917 Comunidades: Viterbo y Nettuno (Italia) Fallece el 6 de mayo de 1988, en Nettuno.

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Ágata Villadoro

Me llamo Ágata Villadoro, nací en el año 1953 en un pueblecito de Sicilia, la isla mayor de Italia, en una familia de origen y tradición rural. Mis padres nos transmitieron a mi hermano y a mí una fe sencilla, pero coherente con la vida, basada en la confianza en la Providencia. Nos inculcaron un gran amor por la paz y la armonía en las relaciones, tanto con los más cercanos como con los más lejanos. Mis padres no eran muy practicantes pero procuraban que nosotros, sus hijos, asistiésemos asiduamente a la catequesis de la parroquia. Aún hoy, conservo muy vivas las lecciones de catecismo y, sobre todo, la preparación recibida para mi Primera comunión. Guardo en mi memoria de manera especial la celebración del mes de mayo. Bajo la dirección del Párroco, todos los niños hacíamos una “competición” para ver quién recitaba mejor la oración del ofrecimiento de nosotros mismos a la Virgen María. Recuerdo la emoción que sentíamos al recitar aquellas oraciones, en las que ya reconozco la vocación que el Señor me había dado y que descubriría 20 años después.

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