Danilo Farneda, Coordinador de Pastoral de Hermanas Hospitalarias en Málaga, España, nos explica cómo la humanización es clave en el proyecto hospitalario.

Cuando desde el Proyecto Hospitalario hablamos de humanización lo hacemos desde una perspectiva de identidad propia. Somos una Institución de Iglesia y por tanto, una institución evangelizadora. El Proyecto Hospitalario debe entenderse en esta esfera identitaria.

La realidad como punto de partida

Lo primero que constatamos en nuestros centros es que las personas que atendemos no tienen en su horizonte inmediato una demanda humanizadora en clave de Evangelio. Me explico, las personas acuden a nuestros centros para ser atendidas, cuidadas y, si es posible, curadas. Vienen porque padecen una enfermedad y no porque tengan una demanda espiritual o religiosa. Sin embargo, desde el humanismo cristiano que inspira nuestro modelo de atención, desarrollamos pautas asistenciales integradoras, respondiendo a las necesidades de carácter bio, psico, social y espiritual.

Un largo caminar

Históricamente, la medicina, la espiritualidad y la religión han estado estrechamente relacionadas. Durante muchos siglos hubo una tendencia de dominio de las ciencias teológicas, sobre la medicina (un ejemplo conocido está maravillosamente expresado en la película EL MÉDICO.)

Este predominio de la teología fue disminuyendo y poco a poco, la medicina se abrió camino a través de un desarrollo propio, especialmente reforzada por el racionalismo y el positivismo que dieron paso a la Modernidad. Se instaló entonces una profunda crisis de relación. La medicina se independizó y llegó a rivalizar y, no en pocos casos, a rechazar como atávicos y hasta maleficentes los paradigmas teológicos, incluyendo, por supuesto, las propuestas de atención espiritual y religiosa.

Las aportaciones de Sigmund Froid y su visión sobre la religión, como un elemento enajenante de la propia capacidad de humanización, influyó de manera radical en la separación entre psiquiatría y religión. A partir de los años 50 del siglo pasado, la Iglesia Católica se comprometió a reforzar la relación entre el desarrollo científico y la fe. El conflicto entre medicina y atención espiritual y religiosa comenzó entonces a reducirse, sin llegar a desaparecer. 

La OMS, al integrar la atención espiritual en la promoción de la calidad de vida de los pacientes, ha facilitado y alentado este proceso. Además, son numerosos los estudios y trabajos de campo que demuestran el impacto de la espiritualidad en la salud.

Hoy está extendida la opción de conjugar medicina y atención espiritual: la medicina proporciona una la realidad clínica sobre la que basar una atención espiritual/religiosa coherente y beneficiosa.

La atención a las necesidades espirituales y religiosas de las personas atendidas a nivel sanitario se ha afianzado como un derecho integrado en el marco del cuidado de la salud integral de la persona. Es evidente que en nuestra sociedad existe una fuerte pérdida del sentido confesional propiamente dicho, pero no podemos decir lo mismo en relación a las expresiones de espiritualidad que se dan en nuestra cultura. Expresiones que se caracterizan por un creciente pluralismo, fruto de la una sociedad cada vez más heterogénea, que nos abre a otro desafío: dar respuesta a la diversidad espiritual y religiosa de las personas atendidas en nuestros centros.

La visión de nuestra Institución

Desde el punto de vista carismático, institucional, no hay duda alguna de la necesidad de integrar la atención espiritual y religiosa en el Modelo Asistencial Hospitalario, como expresión concreta de un enfoque de humanización particular. Así nos lo marca nuestro Marco de Identidad.

Para muchas personas, la espiritualidad, la religión, las creencias personales son una fuente de consuelo, bienestar, seguridad, sentido, sensación de arraigo, finalidad y fuerza. En cambio, para otras, la espiritualidad y la religión tiene una influencia negativa en sus vidas. De ahí la necesidad de respetar la diversidad de las personas atendidas, algo que no debe traducirse en una ausencia o empobrecimiento en la atención espiritual. Sería lesivo a la propia identidad institucional negar o empequeñecer esta dimensión en la praxis del Modelo Asistencial Hospitalario, asumiendo el desafío de la interdisciplinariedad.

Las preguntas siguen abiertas

Más allá de la claridad con la que los documentos de la congregación nos presentan la necesaria integración de la atención espiritual y religiosa, las preguntas subsisten… ¿Es posible plantearnos la humanización en clave evangelizadora, teniendo en cuenta el contexto de la diversidad espiritual de las personas asistidas? ¿Es posible una humanización en clave fundacional cuando los colaboradores no necesariamente comulgan con la propuesta de Jesús de Nazaret? 

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