María Pham Thi Tam

Pham Thi Tam (Sor María) es como una hermosa y fresca flor injertada por el Señor en el seno de una familia pagana. Una flor que creció entre muchas dificultades familiares y sociales pero que el Señor, desde siempre, había destinado a adornar el jardín de la familia de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Sor María, nació el 3 de diciembre de 1942 en un pequeño pueblo al Norte de Vietnam llamado Trinh Xuyen que, actualmente, pertenece a la provincia de Nam Dinh. Sus padres fallecieron cuando era pequeña y se quedó sin familia. En aquellos años Vietnam estaba sumergido en una guerra con Francia, la Guerra de Indochina, que acabó con la derrota y expulsión de las tropas galas en 1954. Sin embargo, al terminar esta guerra el país quedó políticamente dividido en dos estados rivales; el Norte controlado por los comunistas vietnamitas y el Sur que comprendía los pueblos ocupados por los colonialistas franceses. Sor María vivió en el norte, que era la zona libre. Siendo una niña fue detenida por los soldados quienes, después de distintos trámites, la entregaron al cuidado del párroco de Cao Moc. Este sacerdote le buscó una familia católica de la parroquia, que la recibió en adopción. Durante el tiempo que estuvo con esta familia se sintió feliz, gracias a ellos conoció a Dios y aprendió a rezar, le gustaba participar en la Eucaristía. Así, poco a poco, fue naciendo en ella el deseo de pertenecer a la Iglesia católica, soñaba con ser “hija de Dios”.

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María Nguyen Thi Quynh Nhu

Nací el 26 de octubre de 1977 en Ho Nai, Vietnam. Fuí bautizada el mismo día, en la parroquia de Ngoc Dong, con el nombre de María Nguyen Thi Quynh Nhu. Soy la mayor de siete hermanos de una familia normal, como tantas otras. Mi padre, carpintero, es una persona diligente, siempre se ha volcado en su familia. Mi madre, modista, es muy trabajadora y tiene un gran espíritu de sacrificio. Siempre ha estado al lado de mi padre para criar y educar a sus 7 hijos (seis hijas y un hijo), recomendándonos con frecuencia que no debemos ser descuidados con las actividades religiosas, participando en la Eucarístia y la Catequesis. Cuando era pequeña, iba al colegio de las religiosas Dominicas que colaboraban en mi parroquia. Los sacerdotes de la parroquia también eran Dominicos. Al llegar a la edad de participar en la Catequesis, me integré con las religiosas Dominicas que fueron mis catequistas. Con 7 años recibí la Primera Comunión y tres años más tarde la Confirmación. Después, continué con un estudio más profundo de la Catequesis, al mismo tiempo que participaba en el coro de niños de mi parroquia y realizaba un curso de formación para ser catequista, cursó que no llegué a terminar al ingresar en la Congregación.

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